
El mortífero ataque de comandos israelíes a los buques que llevaban ayuda a Gaza pone en aprietos al presidente Barack Obama y significa un fuerte revés para su objetivo de mediar la paz con los palestinos y tratar de mejorar la imagen de Estados Unidos en el mundo árabe.
La reacción final de la Casa Blanca también podría afectar las relaciones, hasta ahora sólidas, entre Estados Unidos y Turquía, país de origen de la mayoría de los nueve muertos en el asalto.
Hasta el momento Obama se limitó a expresar que "lamenta profundamente" el asalto israelí. La Casa Blanca dijo que él y el premier Benjamin Netanyahu acordaron por teléfono fijar nueva fecha para la visita prevista para el martes. Netanyahu regresó a Israel desde Canadá.
Según el comunicado oficial, Obama "expresó la importancia de conocer todos los hechos y circunstancias" que rodearon el incidente.
Las versiones de los sucesos del lunes por la mañana eran contradictorias: los activistas dijeron que Israel abrió fuego sin provocación, en tanto el estado judío dijo que sus fuerzas lo hicieron al ser atacadas.
Los hechos concretos seguirán en discusión durante días o semanas. La percepción del incidente, que al fin y al cabo es lo que importa, ya está determinada en buena parte del mundo, sobre todo en los países musulmanes. Esta percepción incluye:
_Que Israel enfrentó a la flota de seis barcos en aguas internacionales.
_La flota intentaba quebrar el bloqueo israelí de Gaza, impuesto en 2007 cuando la milicia Hamas tomó el control del territorio costero.
_El bloqueo, junto con la ofensiva contra Gaza en 2008-2009 para detener los ataques con cohetes de Hamas a las aldeas israelíes, exacerbó los sentimientos antiisraelíes en el mundo árabe y algunos países de Europa.
Para colmo, la violencia se centró en el barco que encabezaba la flota, el transbordador Mavi Marmara de bandera turca.
La reacción fue inmediata, sobre todo en Turquía, un aliado musulmán crucial de Israel. El primer ministro Recep Tayyip Erdogan acusó al estado judío de "terrorismo de estado", retiró a su embajador y canceló ejercicios militares conjuntos.
El Consejo de Seguridad de la ONU pidió una investigación imparcial y la Liga Arabe convocó a una reunión en El Cairo.
Obama declaró al asumir la presidencia que la paz entre israelíes y palestinos era una de sus prioridades internacionales. Exigió que Israel desistiera de construir asentamientos en Cisjordania y ampliar los barrios judíos en Jerusalén oriental, tierras que los palestinos consideran parte de un estado propio.
Netanyahu dijo que no y echó sal en la herida cuando su gobierno anunció un gran proyecto de construcciones en Jerusalén oriental durante una visita del vicepresidente Joe Biden.
Obama dijo luego que reconocía que ninguna de las partes estaba dispuesta a iniciar conversaciones de paz. Sin embargo, Netanyahu y los palestinos acordaron iniciar negociaciones indirectas con el enviado especial estadounidense George Mitchell.
La suerte de ese pequeño avance estaba en duda.
El presidente palestino Mahmud Abbas denunció la redada como una "masacre pecaminosa", pero indicó que las conservaciones indirectas continuarían, ya que eran con Estados Unidos y no con Israel, dijo su asesor Mohammed Ishtayeh.
Las relaciones entre Washington y Ankara sufrirían un grave revés si Obama no condena la redada. Esto provocaría problemas en la OTAN, donde Turquía es la única nación musulmana.
Washington siempre ha apoyado a los israelíes, vetando muchas resoluciones del Consejo de Seguridad la ONU contra el estado judío. Al mismo tiempo, ha considerado a Turquía un integrante valioso de la OTAN y un baluarte democrático contra Irán y dictaduras árabes como la de Siria.
Obama tiene que tomar una decisión acertada frente al ataque israelí, tarea que a primera vista parece imposible.