
Tres fotografías del afamado artista del lente dominicano, Polibio Díaz, forma parte de la colección de tesoros artísticos que preserva con recelo la Unidad de Obras de Arte y Proyectos Especiales de la Unesco con sede en París.
Las obras del artista del lente, oriundo de Barahona, pertenecen al libro Interiores, premio Editorial de la V Bienal del Caribe, editado en por el Museo de Arte Moderno; estas fueron sometidas a un riguroso proceso de depuración.
La selección de las Obras de Arte y de Proyectos Especiales gestiona la adquisición de nuevas obras en colaboración con el Comité Asesor de Obras de Arte, (ACWA), e integrado por seis especialistas de alto nivel en todos los dominios artísticos, quienes tienen por misión evaluar las propuestas de donación que realizan los países, según sus criterios concretos, asegurando con su aceptación o rechazo, la calidad artística y cultural de la colección.
Las muestras que se exhiben en los edificios de Unesco provienen de todo el mundo, y forman parte de la riqueza, diversidad artística y plástica de los países que se refleja en más de seis mil años de historia.
Díaz es un dominicano destacado en escenarios nacionales e internacionales, premiado por su autenticidad y valioso trabajo artístico.

Ha participado en la Bienal de Venecia, Kréol Factory en París, en Infinite Island en Brooklyn Museum, y premiado en la primero mención climate de Casa de las Américas en Cuba.
Una confesión de Polibio
Tenía 13 años cuando viajé a New York por primera vez. Visitaba el barrio de Queens con mi primo cuando, al pasar por la Avenida Jamaica, el me comentó que desde esa calle hacia arriba vivían los blancos y hacia abajo los negros.
Para mí, que crecí como “blanco” en mi ciudad natal, Barahona, República Dominicana, tal información fue chocante y desde ese momento me empecé a enfrentar con una serie de preguntas con las que nunca había lidiado y con las cuales sigo lidiando todavía. Cuando regresé a mi país todo me resultó diferente. Comencé a observar detalladamente el cabello, el color de la piel de mi padre, mi madre, mis primos, amigos, en fin, de todos los dominicanos. Fué entonces cuando me encontré con la realidad de que somos el producto de una mezcla racial, algo que muchos ignoraban, como en mi caso, y muchos otros simplemente no lo quieren reconocer.

Mi padre fue un mulato elegante que nunca se asoleó para así verse más blanco, irónicamente murió de cáncer en la piel. Mi madre es blanca y de ojos azules. Sentí, luego de mi experiencia en la Avenida Jamaica, que no era lo suficientemente blanco como para vivir en la parte de arriba, ni lo suficientemente negro para vivir en la de abajo.
Nadie puede salir de su casa sin verse a sí mismo en el espejo y reconocer quién realmente es, descubrir todo lo bello que hay en sí. Siendo esto lo que origina el motivo principal de mí trabajo artístico.
Los dominicanos nos consideramos blancos y sólo vemos negros a los haitianos. Debe recordarse que nuestra lucha por la Independencia fue contra Haití y no contra España. Utilizo mi cámara mis performance e instalaciones como herramientas para comunicar mi declaración artística, orientado principalmente a mis compatriotas, para que podamos vernos tal y como somos.

¿Cómo he manejado este reto cultural?
Haciendo de la negritud y el mulataje las bases de mi trabajo, y cuestionando los estereotipos artísticos Greco-Latinos en los cuales pretendemos basar nuestro concepto de belleza.