lunes, 1 de noviembre de 2010

Una masacre vuelve a desangrar a la comunidad cristiana en Irak


Bagdad.- - La iglesia Sayedat al Nayah estaba llena de fieles. La misa del domingo por la noche estaba por terminar cuando al parecer hasta diez enmascarados con armas automáticas y granadas de mano irrumpieron en el local, ubicado en el centro de Bagdad.

Los extremistas ejecutaron al sacerdote, destruyeron varias estatuas y tomaron a varios feligreses como rehenes. Cincuenta fieles cristianos y cinco de los asaltantes murieron en la posterior operación de rescate. Políticos cristianos como la ex ministra de Medio Ambiente Pascale Warda hablaron de 70 heridos, entre ellos agentes de las fuerzas de seguridad.

Un grupo afín a la red terrorista Al Qaida reclamó después la autoría del atentado. Varios testigos reconstruyeron más tarde la tragedia, que empezó con la detonación de un explosivo sujeto a un vehículo aparcado al costado de la iglesia.

Poco después estalló un coche bomba de mayor envergadura, justo antes de que los atacantes entrasen en el local. En la iglesia había en ese momento unos 180 visitantes. Los extremistas los forzaron a entrar en una pequeña habitación para después sellar puertas y ventanas. Cuando poco después se apagaron las luces, los rehenes se tiraron al suelo, aterrorizados.

Horas más tarde oyeron el ruido de los helicópteros sobre sus cabezas, seguidos de disparos y varias explosiones. Un portavoz de las fuerzas de seguridad comunicó después que los efectivos de una unidad de lucha antiterrorista habían abatido a dos de los atacantes.

Otros tres, sin embargo, activaron sus cinturones cargados de explosivos y se hicieron saltar por los aires. La policía consiguió detener finalmente a cinco de los extremistas.

El ministro de Defensa, Abdel Kader al Obeidi, señaló después que la operación había sido necesaria, ya que los terroristas tenían la intención de matar al mayor número posible de rehenes.

"No pensé nunca que pudiera vivir algo tan horrible", se lamentaba Tuma Abu Mazen, de 50 años, uno de los supervivientes. Hoy participó en la marcha fúnebre en memoria de las víctimas.

Su confianza en el Estado iraquí quedó fuertemente mermada tras la masacre. No hacía mucho tiempo, cuando sufrió una herida en la cabeza en un atentado con bomba en una calle de Bagdad, había decidido no abandonar su país pese a lo ocurrido. Ahora, sin embargo, piensa en la emigración.

"Los cristianos iraquíes nos hemos convertido en una presa fácil para los grupos armados", se quejaba también Samir Edward. Las palabras del dueño de una empresa de comercio, de 47 años, reflejan bien el sentimiento de desamparo de muchos cristianos iraquíes.

Antes de la invasión de Estados Unidos en 2003, en el país mesopotámico vivían más o menos 1,5 millones de cristianos. Más de la mitad de ellos ha huido sin embargo al extranjero debido a la persecución por parte de grupos extremistas.

El papa Benedicto XVI pidió hoy a la comunidad internacional más esfuerzos para proteger a las comunidades cristianas en Cercano Oriente. "Animo a los sacerdotes y a los fieles a ser fuertes y a no abandonar sus esperanzas", señaló el pontífice desde Roma.