viernes, 1 de julio de 2011

El dueño de los Dodgers es un fugitivo de la Grandes Ligas


Vamos a olvidar por un momento el complejo enredo legal en que se encuentran los Dodgers de Los Angeles, tras haber sido sometidos por sus manejadores al Capítulo 11 de Bancarrota. El punto a establecer aquí no es sobre el estado de rehén en que está el club, sino la condición de fugitivo en que se colocó Frank McCourt con el desesperado movimiento.

Por su esquema operativo, MLB (Grandes Ligas, por sus siglas en inglés) es lo más parecido a la "Cosa Nostra" o mafia siciliana que de forma magistral retrató el fenecido Mario Puzo en su obra de arte "El Padrino", novela que fue convertida en una de las películas más importante de la historia del cine norteamericano.

La "Cosa Nostra", al menos la de principio y mediado del siglo pasado, tenía sus propias reglas, código moral y manual de conducta. La MLB, la única empresa de Estados Unidos de América con excepción a la ley antimonopolio, tiene su propia constitución y básicamente opera con libros cerrados al público. MLB es, en cierta forma, una mafia legalizada.

La "Cosa Nostra" es una organización de clanes o familias diferentes que resuelven sus diferencias ante una comisión supervisora. MLB es una asociación de clubes que tiene un comisionado con poderes absolutos, casi monárquicos. La "Cosa Nostra" tiene un "cappo di tutti capi" (jefe de jefes, padrino de padrinos), MLB tiene a un Bud Selig con poderes para tomar decisiones inapelables en nombre de la salud del béisbol.

Una de las reglas de oro de la mafia es la "omertá" o código de silencio, que básicamente prohibe a sus miembros el delatar a sus colegas y acudir a las autoridades para resolver problemas internos. El castigo por violar la "omertá" es la muerte, nada menos lava tal deshonor.

Aunque con otro nombre, MLB también posee su propia "omertá" y eso es justamente lo que acaba de violar McCourt.

McCourt se enfrenta en la corte de bancarrotas contra la MLB en una batalla por el control de los Dodger, al tiempo que pelea en otro terreno con su su ex esposa y ex principal oficial ejecutiva del club Jamie McCourt, quien también reclama su mitad de los bienes. Mientras el pleito con Jamie ha llegado a un aparente punto de consenso -- ella solamente quiere un cheque por la mitad del valor de los Dodgers -- la guerra con MLB apenas comenzó y ni el más osado de los apostadores se atrevería a poner un centavo a favor de un triunfo de McCourt.

Al aplicar para el Capítulo 11 de Bancarrota, McCourt puso a los Dodgers en una posición en la que pueden ser tomados por la MLB en cualquier momento, de acuerdo a la constitución interna de las Grandes Ligas. Peor aún, llevando la penosa situación del club a una corte, McCourt abrió la posibilidad de que la MLB tenga que abrir libros y dar explicaciones.

Si a McCourt le quedaba aunque fuera un simpatizante secreto dentro de la MLB, lo perdió automáticamente el lunes. Básicamente, el tipo se colocó un letrero lumínico de "fugitivo" de sus propios asociados, lo que en la "Cosa Nostra" equivaldría a ser un sentenciado a muerte.

McCourt tomó la decisión después que la MLB rechazó un posible acuerdo de TV con la cadena FOX que inyectaría a los Dodgers el efectivo necesario para mantener sus operaciones a flote, pero sobretodo, el dinero que necesita el dueño para pagar a su esposa y borrarla del panorama.

Precisamente porque el dinero sería usado para resolver un asunto personal fue que Selig dijo no al acuerdo de televisión. Atrapado entre la espada y la pared, McCourt decidió jugarse una última carta, que en lugar de darle más tiempo, en realidad aceleró el reloj de arena que tiene Selig en su oficina de Nueva York.

Afortunadamente para McCourt, sus negocios son con MLB y no con la mafia, lo que le garantiza que por peor que sea el desenlace de su actual aventura, al final se marchará a casa con un gran cheque para resolver sus problemas maritales y desaparecer del escenario, tal como hacen los que entran al programa de testigos protegidos.

Escrito por Enrique Rojas