lunes, 23 de abril de 2012

Sagrario y denegaci�n de Justicia

POR FIDIAS OMAR DIAZ.
Para Ecos del Sur.

En el hist�rico abril, el implacable tiempo marca 40 a�os del asesinato de Sagrario Ercira D�az Santiago, que son 4 d�cadas de denegaci�n de justicia, que es negaci�n, retraso o demora del debido proceso  legal.
La ma�ana del 4-Abril-1972 la UASD laboraba normalmente en el proceso de inscripci�n para un nuevo semestre acad�mico y Sagrario participaba en una reuni�n del Consejo T�cnico de la Facultad de Econom�a, cuando a las 10 a.m. la universidad es rodeada por la P.N. en supuesta b�squeda del izquierdista T�cito Perdomo, acusado de planificar la muerte del Presidente de la Rep�blica.

Por
orden del Jefe de la Polic�a, General Neit R. Nivar Seijas, a las 4:20 p.m., las tropas policiales penetraron y ametrallaron en el Alma M�ter a la indefensa familia universitaria, recibiendo Sagrario un disparo directo mortal en el hueso occipital; expir� luego de 10 d�as de agon�a, 14 de abril.

Eran los Cascos Negros, Servicio Secreto y Operaciones Especiales, comandados por los coroneles Julio Carbuccia Reyes, Rolando Mart�nez Fern�ndez y el Tte. Coronel Francisco A. B�ez Mari�ez.

Se conformaron dos Comisiones Oficiales Policiales con las caracter�sticas de la polic�a constituirse en juez y parte, siendo la primera de mayor relevancia por la encomienda de investigar los hechos y establecer responsabilidades e integrada por los coroneles R�binson Brea Gar�, Ram�n A. Soto Echavarr�a y Jos� E. Ricourt Reg�s.

El informe rendido por dicha comisi�n, recomienda el sometimiento a un privilegiante tribunal policial de los imputados: Tte. coronel Fco. A. B�ez Mar��ez y los alistados: cabo Pascual Sol�s Vargas y los rasos Lucrecio Ceballos  P�rez, Lu�s Mar�a Ger�nimo Gonz�lez, Roberto Guerrero Familia, Justino Antonio Ventura Liriano, Fco. Jos� Mart�nez Espinal, Antonio Rosario Pineda y Marino Odal�s Morel. Este �ltimo acusado del disparo directo que seg� la vida de Sagrario.

La mayor�a de los culpables de los hechos fueron excluidos junto a los dos coroneles comandantes de las tropas policiales.

Por instrucciones del Jefe Policial, su Consultor�a Jur�dica elabor� un mediatizado expediente y,  el 5 de mayo de 1972 el oficial y los 8 alistados fueron  sometidos a la justicia ordinaria, previo a ser dados de baja, pero el militar Fiscal del D.N., Fernando A. P�rez Aponte, los puso en libertad y el  Juez de Instrucci�n no prepar� el juicio de fondo.

Violado desde su inicio el debido proceso legal con la designaci�n de la Comisi�n Oficial Policial de d�bil investigaci�n de los hechos y un mediatizado informe de culpables favoritos e indelicada recomendaci�n; 6 meses despu�s, 6 de septiembre, citado por un juez de instrucci�n que neg�, igual que la polic�a, una copia del expediente acusatorio elaborado; �pero existi�?

Utilizado �Ojos que no ven, coraz�n que no siente�, para retrasar deliberadamente la justicia y as� las partes olviden el asunto y llegue la prescripci�n; con una indefensi�n jur�dica familiar y la UASD indiferente a los reclamos de justicia, adem�s de  las estructuras del Poder Judicial subordinadas al Poder Ejecutivo, etc, no hab�a nada que buscar.

Esa denegaci�n de justicia llevaba intr�nseca la impunidad que crea el  art�culo 454 del anterior C�digo de Procedimiento Criminal, hoy art. 45 del C�digo Procesal Penal ( Ley 76-02), vigente desde septiembre del 2004, que establece la prescripci�n  del crimen o asesinato a los  10 a�os, con ello la imposibilidad de que se imparta justicia.

Y 40 a�os despu�s, duele mucho que conociendo los criminales y culpables del ametrallamiento y ocupaci�n, asaltos, destrucciones, violaciones de cajas fuertes, secuestro de documentos y t�tulos acad�micos de la UASD y, del asesinato de Sagrario, hoy circulen lo m�s distra�dos por nuestras calles y disfrutando tranquilos lo mal habido en aquel azaroso r�gimen de los 12 a�os del dictador ilustrado.

Pero llegar� el d�a del �no te menees� en que: ��Ay! de los que tuvieron o�dos para o�r y no oyeron, de los que tuvieron ojos para ver y no vieron�Porque ellos habr�n de o�r y ver entonces, lo que no hubieran querido o�r ni ver jam�s�