jueves, 18 de octubre de 2012

¿Bajar calorías retrasa el envejecimiento?

Para los que disfrutan de los placeres de la mesa, la noticia podría ser un alivio: reducir drásticamente las calorías no parece prolongar el tiempo de vida de los primates.

El veredicto, luego de un estudio de 25 años con monos Rhesus alimentados con 30 por ciento menos que el grupo de control, representa otro revés a la noción de que un simple cambio de dieta puede retrasar el envejecimiento. En cambio, el descubrimiento, publicado en Nature, sugiere que la genética y composición de la dieta son más importantes para la longevidad que un simple conteo calórico.

“Pensar que una simple reducción calórica causaba un cambio tan grande, eso era notable”, dice Don Ingram, gerontólogo de la Universidad Estatal de Luisiana, en Baton Rouge, quien diseñó el estudio hace casi tres décadas mientras estaba en el Instituto Nacional del Envejecimiento (NIA, por sus siglas en inglés), situado en Bethesda, Maryland.

Cuando inició el estudio de monos financiado por el NIA, empero, las investigaciones de restricción calórica en animales de corta vida indicaban una conexión. Los estudios habían demostrado que la inanición hacía que las ascárides vivieran más. Otros estudios habían mostrado que ratas alimentadas con menos calorías que sus lentas y calvas hermanas conservaban un pelo brillante y jovial vigor.

Y más recientemente, estudios moleculares habían sugerido que la restricción calórica -o componentes que la imitaban- podía desencadenar una cascada de cambios en expresión genética con el efecto neto de retrasar el envejecimiento.

En 2009, otro estudio iniciado en 1989 en el Centro Nacional de Investigación de Primates de Wisconsin (WNPRC, por sus siglas en inglés), situado en Madison, concluyó que la restricción calórica efectivamente prolongaba la vida de los monos Rhesus. Los investigadores descubrieron que 13 por ciento del grupo en dieta murió de causas relacionadas con la edad, en comparación con 37 por ciento del grupo de control.

Una causa de esa diferencia pudiera ser que los monos del WNPRC fueron alimentados con una dieta no saludable, lo que hizo que los monos sometidos a restricciones caloríficas parecieran más sanos en comparación simplemente porque comían menos de lo mismo. La dieta de los monos del WNPRC contuvo 28,5 por ciento de sacarosa, en comparación con 3,9 por ciento de los monos del NIA. Mientras tanto, las comidas del NIA incluyeron aceite de pescado y antioxidantes, al contrario de las comidas del WNPRC.

Rick Weindruch, gerontólogo del WNPRC que encabezó el estudio, admite: “En general, nuestra dieta probablemente no fue tan sana”.

Además, el grupo de control del WNPRC probablemente comió más, en general, porque sus comidas eran ilimitadas, mientras que los monos del NIA fueron alimentados con cantidades fijas. En edad adulta, los monos de control del WNPRC pesaban más que sus contrapartes del NIA. En general, los resultados del WNPRC pudieron haber reflejado un grupo de control no sano en lugar de un grupo de tratamiento de larga vida.

“Cuando iniciamos estos estudios, el dogma era que una caloría era una caloría”, dice Ingram. “Creo que es claro que el tipo de calorías que comieron los monos marcó una profunda diferencia”, precisa.

Los investigadores que estudian la restricción calorífica en ratones se han acostumbrado a los resultados mixtos, que atribuyen a la diversidad genética entre las cepas. La genética probablemente también explica parte de la variación entre los estudios de los monos, puesto que los monos del NIA descendían de líneas de India y China, mientras que los monos de Wisconsin eran de India.

Los efectos moleculares de la restricción calórica también han resultado ser complicados. Usando compuestos como resveratrol, que se encuentra en el vino rojo, los científicos han desencadenado la respuesta de estrés que activa la restricción calórica, que desactiva procesos no vitales a favor de los que protegen contra enfermedades.

Pero se ha evaporado la esperanza de que el envejecimiento pudiera retrasarse enfocándose en sólo un gen o proteína en una sola vía molecular, conforme los investigadores han descubierto que las vías claves varían según el animal. “Podríamos tardar una década en clasificar las redes de la longevidad”, dice David Sinclair, genetista de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston.

Mientras tanto, escasea la evidencia en el sentido de que la restricción calórica retrase el envejecimiento en los humanos. Estudios empíricos han encontrado que gente de peso promedio tiende a vivir más. Nir Barzilai, gerontólogo del Colegio de Medicina Albert Einstein, en Nueva York, dice que los centenarios que ha estudiado lo han llevado a creer que la genética es más importante que la dieta y el estilo de vida. “Son un montón de regordetes”, dice.

A Ingram, quien ocasionalmente se da festines de cangrejo de río de Luisiana, le agradaría un panorama más matizado. Dice que le gustaría ver estudios sobre el efecto en el envejecimiento de la composición de la dieta, no de la ingesta calórica.

“¿La esperanza de vida del humano es fija?”, cuestiona. “Sigo sin creerlo ni por un instante”, agrega.