Por David Ramírez
Nuestro Arco del triunfo, ubicado en la entrada de Barahona, fue construido en 1938 por el tirano Rafael Leónidas Trujillo. El sátrapa, envuelto en su delirio, megalomanía de grandeza y afán por parecerse más que nunca a Napoleón Bonaparte (quién mandó a construir el mundialmente famoso Arco de Triunfo de París), lo inauguró junto con la carretera Enriquillo, que enlaza Barahona con Azua. Trujillo no solo construyó un Arco en Barahona, sino también en otras ciudades del Sur, como San Juan de la Maguana.
Al caer la dictadura trujillista en 1961, fueron muchas las voces en nuestra ciudad que exigieron públicamente a las autoridades municipales demoler ese monumento, porque representaba un símbolo de la dictadura, pero hubieron ciudadanos más comedidos y realistas (a pesar de que estuvieron de acuerdo al principio con retiro violento por manifestantes de la placa que estaba colocada en el Arco que alababa al dictador y sus obras), que pensaron que aquella medida, aparte de ser una locura, era bastante radical y dañina para nuestra historia. Gracias a la oposición férrea de esos ciudadanos, hoy nuestro Arco del Triunfo se mantiene firme y en pie, un monumento que a pesar de su oscuro pasado, es un orgullo para los barahoneros.
Pero por ser un monumento construido por Trujillo para resaltar la grandeza del régimen y sus obras, creemos que nunca sería motivo para demolerlo porque forma parte de nuestra historia para bien o para mal. Hoy el Arco del Triunfo es nuestro monumento más emblemático, junto con la glorieta del parque Central y el ateneo. Es un monumento reconocido mundialmente, uno de nuestros símbolos turístico más apreciado.
Los munumentos construidos en el pasado, no importa lo que hayan representados en su momento, no deben ser demolidos, debemos preservarlo para que la presente generación conozcan y estudien cuáles han sido, como pueblo, nuestros aciertos y errores, de lo contrario estaríamos condenados a repetirlo.
¿A qué se debe esta opinión? Al presidente norteamericano Donald Trump, le entristece la remoción de estatuas y demolición de monumentos en 24 ciudades de los Estados Unidos. Son ciudades que consideran "héroes" a los soldados de la Confederación secesionista, de la época de la Guerra Civil norteamericana, que tuvo lugar entre 1861 y 1865, y que significó la derrota del Sur y la abolición de la esclavitud.
Para muchos ciudadanos norteamericanos, negros y blancos por igual, las estatuas y monumentos levantados al general confederado Robert Lee y a otros de sus lugartenientes, son símbolos del supremacismo blanco, del odio racial y la esclavitud, pero para otros ciudadanos, dichas estatuas y monumentos forman parte de un capítulo amargo en la historia norteamericana y deben ser preservados.
Partiendo de la experiencia en el pasado con nuestro Arco del Triunfo ¿De qué lado estaría usted, amigo lector?