Existe un viejo dicho que dice que un pueblo que no defiende su patrimonio histórico y cultural, es un pueblo sin identidad. Los barahoneros debemos sentirnos orgullosos que nuestra ciudad aún conserva en su casco urbano fragmentos de su historia.
No es necesario ser ingeniero ni arquitecto para uno darse cuenta que muchos inmuebles del centro urbano de Barahona se encuentran en un avanzado estado de deterioro. Hace más de dos años realicé un trabajo de investigación sobre el centro histórico de la ciudad, al final alertaba a las autoridades municipales que más del 70% de sus casitas y edificaciones más emblemáticas corrían peligro de ser demolidas o remodeladas por sus propietarios sin importar su valor histórico para la ciudad.
Después de ese trabajo, las demoliciones y remodelaciones ilegales en el centro urbano no se han detenido. La última se realizó en la calle María Trinidad Sánchez esquina Jaime Mota con la demolición de la vieja casona que alojó el 20 de septiembre de 1892 al prócer libertario de Cuba, José Martí. Este monumento fue derribado y convertido en parqueo para un hotel.
Son muchos los que consideran, equivocadamente, que la ciudad de Barahona no tiene ningún inmueble catalogado como patrimonio histórico. Es cierto que nuestros inmuebles no están declarados como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, pero muchos de ellos son símbolos importantes para la ciudad por su valor histórico y cultural, porque son parte de nuestra identidad urbana, de nuestra memoria arquitectónica.
Hay que entender que muchas de esas estructuras físicas hablan por sí mismo de la evolución arquitectónica de la ciudad de Barahona durante varios períodos de nuestra historia. Pero nuestra preocupación porque las autoridades rescaten o preserven para las futuras generaciones nuestros inmuebles históricos no está circunscrito al centro de la ciudad de Barahona, también creemos que los que están edificados en Villa Central corren igual peligro.
El caso más penoso es el de las casitas construidas por la The Barahona Sugar Company (antiguo propietario del ingenio azucarero), al principio del siglo pasado para sus ejecutivos y funcionarios más importantes. Estas casitas (tipo chalet), fueron construidas bajo la supervisión del famoso ingeniero Philip E. Bond.
Algunos de esos inmuebles (construidos en ladrillo, concreto y madera), se encuentran desde hace años en completo abandono. Todas presentan un creciente deterioro estructural, crecimiento de maleza, mal estado de tablones de madera, deterioro de sus fachadas, y peor aún, algunas están en tan malas condiciones que amenazan con desplomarse.
Estas casitas son un patrimonio arquitectónico muy importante, porque están vinculadas a la historia social, política, económica y cultural de nuestra provincia.
No sabemos cuáles son los planes o las intenciones de los actuales propietarios de esos inmuebles, el Consorcio Central Azucarero (CAC), para mantenerlas en semejantes condiciones. Tal vez las mantenga en el abandono para justificar su posterior demolición y dar paso a modernas estructuras. Pero la desaparición de esas casitas (si es que ocurre algún día), podría calificarse como un crimen, muy parecido o similar al intento de borrar para siempre de nuestra historia el cementerio de los americanos.
Volviendo a la situación en la que se encuentran nuestros inmuebles históricos en el centro urbanos de la ciudad de Barahona, debemos destacar lo que decía un reconocido arquitecto que el desarrollo histórico de un pueblo va ligado indudablemente a sus edificios en los cuales se va reflejando parte de su misma identidad.
Hemos vistos con asombros como muchos edificios en el centro urbano han sido remodelados por sus propietarios (al parecer sin ninguna supervisión del ayuntamiento), para dar paso a tiendas y otros comercios. Esta situación constituye una verdadera desgracia, ya que con la desaparición de las fachadas originales de esas edificaciones se pierde para siempre un periodo fundamental de nuestra historia.
No es que estemos en contra del “progreso”, nosotros creemos que nuestros patrimonios arquitectónicos y las actividades comerciales pueden coexistir sin que la ciudad pierda su coherencia e identidad, también es bueno destacar que nuestro centro urbano contiene muchos elementos propios en su arquitectura que usted difícilmente podrá verlos en otras provincias del país.
En el año 1986 el Centro de Inventario de Bienes Culturales, organismo perteneciente al Ministerio Nacional de Patrimonio Cultural, realizó a la ciudad de Barahona un inventario de lo que había sido su crecimiento por etapa, determinando cual era el área que tenía más repercusión dentro de lo que podría considerarse una arquitectura propia de la ciudad.
El levantamiento de ese inventario fue un gran avance porque nos permitió conocer los inmuebles más importantes del casco urbano y su clasificación en los diferentes estilos arquitectónicos. Lo que corresponde ahora es conocer su valor y los que ameritan ser preservados.
Partiendo de ese inventario se hace necesario que los regidores del Ayuntamiento Municipal de Barahona y Villa Central se aboquen a estudiarlo a fondo y declarar muchas estructuras físicas patrimonio arquitectónico de la ciudad (por ejemplo, la casa de los siete candados), y establecer normas muy precisas y rígidas para su remodelación o conservación.
Debo confesar que esto por sí sólo no garantizará la preservación de nuestro patrimonio arquitectónico cien por ciento, porque para eso se necesita que los barahoneros tomen conciencia de su importancia histórica y asuman compromisos para preservarlos.