El decomiso de 1,500 sacos de carb�n vegetal y el arresto de 53 haitianos y dos dominicanos vinculados a la tala y quema de �rboles, efectuado recientemente por militares y miembros del Servicio Nacional de Protecci�n Ambiental en Bahoruco, Barahona e Independencia, produce un sentimiento ambivalente, de aprobaci�n y consternaci�n.
Decomisar carb�n y capturar a quienes talaron los �rboles es actuar contra una acci�n perjudicial para el pa�s, pero es al mismo tiempo el resultado de haber llegado muy tarde al escenario de un crimen ecol�gico.
Es indicativo de que no est� funcionando la vigilancia preventiva para evitar la depredaci�n de bosques, o que esa vigilancia se hace de la vista gorda y tal vez c�mplice.
Desde hace mucho tiempo, haitianos y sus c�mplices dominicanos han estado talando �rboles y produciendo carb�n. Nadie parece ver las humaredas de los hornos ni el ir y venir de los que talan y queman.
El producto de estas operaciones, que pasan desapercibidas, cruza la frontera hacia Hait� por rutas que, o est�n mal vigiladas, o est�n vigiladas por c�mplices en el trasiego.
Es un elemento que reafirma el criterio de que hay debilidades en la vigilancia de la frontera, como lo demuestra el alto n�mero de indocumentados haitianos que ingresa al pa�s.
Decomisar carb�n es una forma de cumplir a medias con el deber. Es llegar tarde al escenario del crimen ecol�gico.