A la memoria de Mar�a Montez - Barahoneros

viernes, 27 de julio de 2012

A la memoria de Mar�a Montez

Par�s, ciudad del amor para algunos  o museo de la cultura para otros, es mucho m�s que todo eso. Par�s es una de esas pocas ciudades donde perderse en sus calles se convierte en un juego, como �se   donde se deb�a llegar a un tesoro, pero con la diferencia que no es  uno sino mil tesoros que se descubren en cada rinc�n, en cada esquina, en cada doblar de sus calles: parques, patios, casonas, puestos en valor por mentes agradecidas y orgullosas de un patrimonio sin precio.

Los cementerios de Par�s son de esos tesoros que se deben explorar para apreciarlos e indagar sobre los aportes a la humanidad de sus hu�spedes, ah� enterrados:  son espacios de silencio llenos de amorosos visitantes, respetuosos y agradecidos, tumbas representativas  de su �poca, siempre cuidadas por humildes y an�nimas personas que valoran el majestuoso y extraordinario remanso de paz que se respira tanto en el Pere Lachaise (Chopin, Edith Piaf, Yves Montand, Jim Morrison y los revolucionarios de la Comuna de Par�s)  en el cementerio de Montmartre escondido en la colina que domina Par�s y en el cementerio Montparnasse, en pleno Par�s burgu�s.

Es el cementerio de los hombres de ciencias, de las letras, del cine y del teatro, donde encontramos la tumba de  Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir   y Mar�a Montez.  Se camina por la avenida  principal, rodeado de tumbas cuidadas, en medio de un silencio sepulcral con l�pidas que recuerdan la labor y los m�ritos de la familia. El largo camino nos lleva al lateral 24, lado sur del cementerio donde, despu�s de cruzar   una callecita y de nuevo el cementerio sigue, pero esta vez  para familias jud�as. 

Jean Pierre Aumont, esposo de Mar�a Montez,  era jud�o. En los EE.UU. se conocieron y llenos de gloria regresaron  en una Francia �vida de diversi�n. �dolos de los franceses, en plena gloria,  la actriz dominicana muere, rodeada de admiraci�n. Su tumba es sencilla pero rodeada de mucha solemnidad, silencio y respeto. Que nos perdonen  aquellas personas que la quieren traer al pa�s: Mar�a, nuestra reina del cine de los 40 est�  en la ciudad de sus  sue�os, en un cementerio  de ensue�o y lleno de dignidad.

POR AMPARO CHANTADA