Por Jose Antonio Matos Peña.- La respetamos y compartimos en la mayoría de sus partes, aunque desaprobamos una parte de ella y sobre todo, en el concepto de lo oportuno, la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, tribunal éste, que aunque salido de consensos forzosos, es el que tenemos y tendremos que convivir con él.
La oportunidad de la sentencia, es decir, el ingrediente que trae consigo dicha sentencia, que para nosotros no es casual, tiene una intencionalidad de interrumpir las acciones de un gobierno que no necesitaba más obstáculos.
Los resultados de dicha sentencia están ahí, la población dominicana metida hasta la médula en un debate que la divide, hemos visto a mansos y cimarrones coincidir en ambos lados de la contienda, que lleva a malos Dominicanos a postular en organismos internacionales que solamente dictaminan órdenes contra nuestra patria.
La sentencia en cuestión, que cuestiona en su espíritu, hasta la nacionalidad de parte de los que la dictaminaron, cuestiona también hasta la conformación de la cosa pública establecida ahora, porque si vamos a eso, encontraremos que leyes , decretos, y organismos del estado instalados por autoridades elegidas pierden validez, ya que votos emitidos por ellos fueron hechos desde la misma ilegitimidad que se establece.
Lo inoportuno e innecesario de la sentencia divide la sociedad y lleva la pelota a la cancha de nuestros adversarios mundiales que tratan de hacernos pagar los platos rotos de la fiesta que algunas naciones hicieron con el despedazado Haití, cuando el estado y todos los dominicanos, que es lo que somos todos los que nos hemos criado y formado aquí, entre nosotros, sin hacerle caso a declaratorias interesadas de parte del gobierno Haitiano, ni a organismos Lapas de supuesta beneficencia, regulando las documentaciones domésticas y dotando al extranjero de los documentos que estila la constitución y los acuerdo internacionales, nada del otro mundo, lo mismo que hacen otros países, sin inventar nada.
Finalmente, hago recuerdos de lo que oí desde la escuela donde me formé como ciudadano dominicano, que la constitución es la ley de leyes, que toda ley adjetiva que contradiga la constitución es nula, por tanto, la sentencia que la contravenga, corre la misma suerte.