Publicado el 6 de mayo de 2017
Por David Ramírez
Todo transcurrió al principio de la década de los 80, cuando Barahona todavía era un pueblo sano y ordenado. Nunca olvido esos años cuando caminar por las calles o barrios de la ciudad a altas horas de la noche, era seguro para los habitantes.
Fue una época cuando lo jóvenes aún no eran presas fáciles de los grandes vicios que hoy aquejan y corrompen nuestra sociedad, Época cuando la juventud visitaba el malecón, no para beber ron y cervezas, fumar hookah o echar carrera en motores, sino para disfrutar del paisaje.
Aquello eran otros tiempos, con una juventud combativa, emprendedora y muy generosa. Pero con una terrible debilidad, eran muy ingenuos e incautos con los falsos predicamentos venidos de fuera. En aquella época no existía la tecnología digital de ahora como los celulares inteligentes, ni las redes sociales (Facebook y WhatsApp), que, a decir verdad, fue una época de luces y sombras.
Escribo este relato o anécdota tratando de evitar, dentro de lo posible, herir los sentimientos de aquellas personas creyentes. Recuerdo que durante muchos años las campañas evangelísticas en Barahona fueron consideradas por los jóvenes como “aburridas y predecibles”. Casi siempre en cada campaña evangélica tocaban las mismas canciones, con los mismos instrumentos musicales,
Confieso que durante mucho tiempo fueron campañas con muy poco apoyo entre los jóvenes. Tal vez en parte ayudaba los evangelistas “internacionales” que llegaban a nuestra provincia a predicar el evangelio siempre con el mismo mensaje, acompañado de supuestos "milagros de sanación” a minusválidos (cojos, mudos, ciegos y sordos), que la población nunca había visto en las calles de la ciudad.
A decir verdad, lo jóvenes y adolescentes acudían a esas campañas religiosas porque era un entretenimiento sano, al igual que la retreta de los domingos en el parque Central. En dicha campaña los jóvenes podían reencontrase con sus amistades y enamorar algunas muchachitas hermosas que acompañaban a sus buenas madres cristianas. Eso de que algún joven acudiera a la tarima para responder al llamado de los pastores en la campaña y convertirse a evangélico era extremadamente raro. Casi siempre el llamado a convertirse a evangélico era ignorado por la juventud
Pero todo cambió una noche en el parque de Villa Estela. Un día llegaron a la ciudad unos “misioneros internacionales” puertorriqueños con una campaña evangélica que prometía ser novedosa. El primer día de campaña había muy poco público, pero dicho evento cristiano arrancó con música que hasta entonces era considerada en las iglesias locales como “diabólica y estridente”.
Los misioneros comenzaron a cantar y tocar salsa bien movida, pero con letra cristiana hermosa. Aquella música tropical tenía un sonido bestial, a lo "Richie Ray and Bobby Cruz". Luego de mensajes bien histriónicos y elaborados, los pastores puertorriqueños terminaban su oratoria siendo acompañados por un coro que tenía excelente armonía, con una música religiosa afroamericana (Góspel y soul), de fondo. Lo confieso, por el momento aquella campaña evangélica estuvo de madre, bien chulísima.
Pero al pasar las horas las cosas se pusieron de otro color, pasó de color rosa a oscuro. Todo comenzó cuando empezaron a pasar una película sobre los horrores del infierno. La cinta narraba (con una voz bastante tenebrosa), la historia de dos jóvenes moteros (motociclistas), amigos de infancia. Uno de ellos era un buen cristiano y el otro, un borracho, marihuanero y ateo.
Cuando este último falleció, en un accidente de tránsito manejando su motocicleta, su alma fue directo al infierno. A partir de entonces, la película presentaba el alma del motero sufriendo, suplicando perdón a Dios y friéndose en el infierno. De la manera que la película presentaba el infierno y el destino de las “almas perdidas” (según la naturaleza de los pecados), asustó a todos los jóvenes que se encontraban presentes en la campaña evangélica.
En dicha película, los pasajes del evangelio de San Mateo en la biblia, referentes a los castigos infernales, les quedaron chiquitos. En realidad la cinta narraba tenebrosamente el verdadero infierno de Dante, pero multiplicado por cuatro. Las torturas y agonía de las almas pecadoras en el infierno en aquella película eran horribles e insoportables.
Aquella noche, en muchas casas de Barahona posiblemente no se durmió. De pronto el tema de la película tenebrosa del infierno se regó como pólvora por toda la ciudad. En el segundo día de la campaña bajaron al parque de Villa Estela docenas de jóvenes de Baitoita, Palmarito, Camboya, entre otros barrios, curiosos por ver aquella película y saber que le esperaba a cada uno de ellos en el infierno, sino se arrepentían antes de sus supuestos pecados.
Cuando la campaña llegó a su final (después de cuatro días ininterrumpido en el parque de Villa Estela), indudablemente llevó a cabo su misión, que fue ganarse las mentes y los corazones de muchos jóvenes barahoneros. La fila para convertirse a evangélico fue bastante larga
Recuerdo que entre los jóvenes se encontraba un reconocido dirigente del Partido Comunista Dominicano (PCD), que había viajado el año anterior a Rusia para participar en un cursillo político Ese personaje barahonero de la antigua “izquierda revolucionaria” a quien hoy respeto mucho (por lo que me reservo su nombre),es ahora un reconocido pastor evangélico de la ciudad,
En uno de esos días de campaña, ese amigo “izquierdista” barahonero se acercó a la tarima, e hincándose de rodillas, comenzó a darse golpes de pecho, pidiéndole a Dios en voz alta que lo salvara de sus supuestos pecados, arrepintiéndose porque en toda su vida había sido un comunista ateo y disociador. Solicitaba a Dios que su alma no se achicharrara en el infierno como le pasó al motociclista.
Aquella campaña marcó un antes y un después. ¿Por qué? Creo sinceramente que después de aquella novedosa campaña evangélica, las siguientes campañas que llegaron a la ciudad convirtieron poco a poco el espectáculo religioso en un espectáculo profano y tenebroso. Ya no se predicaba, ni se predica hoy en algunas campañas con amor, honestidad y misericordia, sino con miedo.
Todo por ganarse las mentes y los corazones de muchos jóvenes