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República Dominicana.- Un velón, gratis; desyerbar la tumba, 150 ó 200 pesos; el rezador, 25 ó 50 pesos; un galón de agua para limpiar el nicho, 5 pesos, y un ramo de flores, 150 pesos.La conmemoración del Día de los Fieles Difuntos en el Cementerio Nacional de la avenida Máximo Gómez activó la economía informal en sus alrededores, y la inventiva de la gente que “se busca la vida” de mil y una manera. Los vendedores, sin embargo, alegaban que no les había ido bien. Y es que, según comentaron algunos de los visitantes, la "prángana" también afecta a los muertos y a sus parientes.
A las 9:30 de la mañana una camioneta de helados con su estridente música infantil intentó entrar por la puerta principal, pero los policías, corteses, conminaron a su conductor a buscar un lugar más apropiado para su jolgorio.
En la entrada de la Gómez, el personal del ayuntamiento del Distrito Nacional, repartiendo 5,000 velones y los de la Funeraria Blandino, regalándolos, les arruinaron la venta a las tradicionales vendedoras de cirios para las tumbas.
Con la cara muy seria, la muchacha morena de los velones caseros hechos en potes de compota, miraban cómo se les escapaban, detrás de los gratis, sus potenciales clientes.
La joven que vende los galones de agua a cinco pesos, había vendido poco esta mañana. Sentada a la puerta de un nicho parecía absorta en su propio mundo.
A las 10:40, al lado del Barón del Cementerio repartían agua gratis a todo el que quisiera.
Entre las tumbas se veía gente llorosa o callada, recordando o diciendo plegarias por sus muertos enterrados en el cementerio capitalino.
“El camino de los mortales todos lo vamos a andar; unos hoy y otros mañana y adiós para nunca más”, así cantaba, con profundo sentimiento, Pedro de la Paz, un rezador que lleva más de 35 años diciendo las oraciones rituales católicas para las ánimas.
Entre incienso, el rezador entonaba en frente al nicho de los Peña el “Réquiem Aeternam” de una manera tan triste y melódica que emocionó a varios visitantes, aunque era ajeno el muerto a quien iba dirigida la cantada oración.
A las 11:00 de la mañana De la Paz, que recibe entre 25 y 50 pesos como paga por cada sesión de rezos, había ganado 300 pesos.
En una banca y bajo la sombra, a pocos metros del nicho de los Peña, una solitaria anciana con una gran cruz en el pecho, le daba una mirada grave a la tumba de un familiar.
“¿Doña, va a limpiar la tumba?”, dijo un muchacho con su escoba a cuesta. La mujer le dijo que no y él siguió tratando de conquistar clientes.
Aunque había muchas personas visitando el cementerio, los limpiadores de tumba y las vendedoras de flores aseguran que no les ha ido tan bien como en otros años.
Muchos de los que fueron a ver el lugar donde reposan sus muertos no tienen dinero para pagar lo que cobran en el cementerio por acondicionar una tumba. Para sorpresa de los obreros, algunos visitantes llegaron al camposanto con sus escobas, trapeadores (swapers), guantes y detergente.