
Debutó en la NBA en 1985 y se convirtió en el jugador más alto de la historia de la liga
Manute Bol, el gigante sudanés de 231 centímetros que militó en la NBA, falleció ayer a los 47 años en un hospital de Charlottesville (Virginia) a causa de un fallo hepático.
Bol, de carácter alegre y extravertido, jugó, entre otros equipos, en Washington Bullets, Golden State Warriors, Philadelphia Seventy Sixers y Miami Heat. El ex pívot, que estaba ingresado en el centro hospitalario desde el pasado 12 de mayo, también padecía una enfermedad en la piel (síndrome de Stevens-Johnson).
Su gran aventura en la NBA comenzó cuando un primo suyo se marchó desde Sudán a estudiar a Estados Unidos. Allí, un día, afirmó ante un «scouter» que tenía un primo en su país que medía 2,31 metros. El cazatalentos se desplazó rápidamente a Sudán para ficharlo. Bol pertenecía a la tribu de los Dinka, la más alta de Sudán (su abuelo Malouk Bol ya medía 2,38 metros). Con 18 años, y cuando intentaba por primera vez realizar un mate, se partió los dientes con el aro y estuvo sin ellos hasta los 25 años.
Debutó en la NBA en 1985 y se convirtió en el jugador más alto de la historia de la liga, un hecho ciertamente llamativo para la Prensa. En su primer año ya hizo historia al lograr el récord de tapones para un «rookie» (novato) con 397, para una media de 4,9. En su primera temporada promedió 3,7 puntos y 5,9 rebotes. Como nota curiosa habría que apuntar que en la temporada 1987-88 coincidió en el equipo con Tyrone Bogues, el jugador más bajo de la historia de la NBA con 1,59 metros.
En 1995, la artritis comenzó a hacer mella en su carrera profesional y Milwaukee Bucks corta su relación profesional con el jugador sin que llegue a debutar.
En sus mejores años firmó contratos millonarios, tanto con sus equipos como con patrocinadores (Nike, Kodak, Toyota...). Se gastaba el dinero en coches de lujo que conducía a toda velocidad (coches adaptados para su estatura, claro). Vestía a la última moda y tenía casas en Maryland, Egipto y Jartum, capital de Sudán. Sin embargo, todo el dinero que ganó gracias a la NBA lo perdió rápidamente. Sus escasas miras hacia el ahorro, su falta de visión para las finanzas (se vio envuelto en varias bancarrotas), y su apoyo económico a los rebeldes en la guerra civil de Sudán lo llevaron a la ruina.
Tras dejar la NBA, Bol viajó a Uganda, para enrolarse con los Sadolin Power en 1996 a los que condujo hasta el título de la liga. Los últimos años de su vida los dedicó a la lucha contra el hambre, las enfermedades y las injusticias en su país.
Entre la NBA y la guerrilla sudanesa
En un recóndito y minúsculo pueblo de la tribu de los Dinka llamado Turiale, en el sur de Sudán, fue descubierto el que sería el jugador más alto de la historia de la NBA: Manute Bol. Sus 2,31 metros –que serían igualados ocho años después por el jugador rumano George Muresan– no eran algo extraño en su familia, pues su hermana medía 2,10 y su abuelo, Malouk Bol, fue incluso más alto, con 2,39 metros.
Aunque por aquel entonces los ojeadores de la liga estadounidense solían sondear el continente africano en busca de promesas, no fue fácil encontrar al gigantesco jugador que, a lo largo de sus 11 temporadas en la NBA, sumó más tapones que puntos (2086 por 1599).
Fue gracias a un primo suyo que fue a estudiar a Estados Unidos, que comentó en su universidad la existencia de Manute y su extraordinaria estatura, por la que entraría más tarde en el «Libro Guiness de los Records» como uno de los hombres más altos del planeta.
Un «scout» partió rápidamente hacia el país africano y se trajo a Bol de la mano, que comenzó su aventura de forma más que conflictiva, ya que, tras ser elegido en la quinta ronda del draft de 1983 por San Diego Clippers, no fue admitido al haber falsificado su documento de identidad y no contar con la edad mínima exigida para ser elegible.
Tras una temporada en la Universidad de Bridgeport (Connecticut), Manute fue elegido nuevamente en el Draft de 1985 por los Washington Bullets en el puesto 31, el mismo año en el que fueron también elegidos Fernando Martín, con el número 38; Arvydas Sabonis, con el 77, y Patrick Ewing, como no, con el número uno.
Desde entonces, el gigantesco jugador de los Dinka se marcó dos objetivos: apoyar a la guerrilla de su país, a la que aportaría durante su carrera grandes cantidades de dinero, y ser un jugador destacado en la NBA.
Con respecto a lo primero, se puede decir que fracasó, a pesar de los multimillonarios contratos que firmó con Nike, Kodak o Toyota. A sus 48 años, sin embargo, aún le enorgullece pensar que luchó en favor del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (al que pertenecen muchos de sus familiares).
Esta la antigua organización armada insurgente, fundada en 1983 con el objetivo de establecer un Sudán democrático y mejorar las condiciones en que se encuentra el sur del país, ha luchado contra tres gobiernos diferentes. El conflicto, conocido como Segunda Guerra Civil Sudanesa (1983-2005), se encuentra entre los más largos y mortíferos de la segunda mitad del siglo XX: 1,9 millones de civiles fueron asesinados en el sur (la cifra más alta desde 1945) y otros más de cuatro millones desplazados de sus casas, con más de 22.000 soldados menores de edad participando en los enfrentamientos.
Manute invirtió gran parte de su fortuna en esta guerra que prácticamente extinguió a su tribu, y hoy vive casi totalmente con la pensión que la NBA concede a sus ex jugadores y con la cual tiene que cubrir las numerosas deudas que ha acumulado.
Entre los mejores taponadores de la historiaSu carrera deportiva, sin embargo, le fue un poco mejor. Bol causó un gran impacto gracias a su gran capacidad defensiva.
Ya en su primera temporada batió el record de tapones para un debutante en la NBA, con 397 (4,9 por partido) y tiene, entre otros logros, la segunda mejor marca de la historia en tapones en un partido, con 15. Todo esto le ha llevado a ser el segundo mejor taponador de la historia por promedio (3,34 por partido), el primero en tapones por minuto (0,176) y el noveno en tapones totales. ¡Una auténtico muro infranqueable!.
Pasó por Washington Bullets, Philadelphia 76ers, Miami Heat y Golden State Warriors, hasta que la artritis, en 1994, ya le impedía enfrentarse a la exigencia física de la liga. Una artritis sigue afectándole muy seriamente a sus muñecas y rodillas, aunque no puede seguir un tratamiento médico adecuado por la falta de recursos económicos.
Hace pocos años su mujer le abandonó y se marchó a vivir con sus cuatro hijos a Nueva Jersey, al tiempo que tuvo que vender sus casas de Egipto y Jartum. Poco antes de aquello, el banco ya le había embargado su vivienda de Estados Unidos, teniendo que marcharse un tiempo a una casa alquilada en los suburbios de Kartum, la capital sudanesa, con sus dos esposas, un hijo y 14 parientes. Una vida de película.