La violencia sexista no es sólo un mal de las sociedades humanas, las hembras de otras especies también la padecen. En las áridas tierras del noreste de África, los babuinos hamadríades macho utilizan su fuerza física y emplean amenazas para condicionar el comportamiento de las hembras, quienes lejos de apartarse de sus agresores, ven en ellos una fuente de protección."Aunque hay otras especies con altos niveles de agresión de los machos hacia las hembras (chimpancés, orangutanes, elefantes marinos o delfines), lo que hace a los babuinos hamadríades peculiares es que los machos utilizan las agresiones o amenazas para trasladar a la fuerza a las hembras de unos grupos a otros", explica a ELMUNDO.es Larissa Swedell, investigadora y profesora de Antropología en la City University of New York.
Diferencias entre sexos
Los hamadríades se diferencian del resto de babuinos en que los machos -más grandes y de pelaje gris- tienden a residir siempre en su territorio habitual, mientras que las hembras -parduzcas- pasan de unos grupos sociales a otros involuntariamente cuando los machos las transfieren mediante la fuerza.
Estos babuinos se organizan en grupos llamados OMU (‘one-male-unit’) liderados por un macho alfa que controla al resto de los miembros. Dentro de la comunidad, y según un estudio de Larisa Swedell y Amy Schreier de 2009, la relación entre los machos es mucho más sólida que entre las hembras.
Mientras que los primeros respetan la posición de otro hamadríade dentro del grupo y los machos no compiten entre sí, los vínculos entre las hembras son mucho más débiles y poco duraderos suelen ser abandonar a sus compañeros cuando un macho de un grupo rival las 'secuestra' y las aleja de su comunidad original.
Una vida difícil para las hembras
Pero más allá de esos 'secuestros', la convivencia ordinaria entre hembras y machos no está exenta de agresiones hacia las babuinas. De hecho, Swedell y sus colegas han observado a machos lanzar miradas amenazantes, perseguir, agarrar, golpear o empujar a las hembras en diversas ocasiones.
Sin embargo, lo más común es que los hamadríades muerdan a las hembras en la nuca como 'toque de atención'. Estos mordiscos no suelen producir heridas a la babuina, pero cuando el animal recibe varios ataques de este tipo en un corto periodo de tiempo es posible que sangre por la cabeza, el cuello o las orejas.
Por su parte, las hamadríades responden ante las amenazas haciendo muecas, encorvándose o agachándose, mientras que cuando se produce una agresión las babuinas suelen responder corriendo hacia el agresor para peinarle como medida de apaciguamiento.
"El comportamiento de los machos es más posesivo que violento", afirma Swedell. "Es normal que el macho alfa restrinja la socialización de las hembras y sólo las permite relacionarse con otros miembros del grupo. Si una hamadríade intenta socializar con otros babuinos fuera de su grupo, el macho líder la amenaza y, si no regresa inmediatamente es cuando el babuino le muerde en el cuello", continúa la investigadora.
Los machos también responden de manera similar cuando las hembras intentan aparearse con otro, de modo que las hembras aprenden que cuanto más tiempo permanezcan con sus compañeros de grupo, menos posibilidades tendrán de sufrir una agresión. De hecho, la mayor parte de los ataques se producen durante los traspasos de hembras de un grupo a otro o justo después, según explica la profesora Swedell.
Secuestro de una hembra
Habitualmente, la proximidad y las interacciones frecuentes entre el macho alfa y sus hembras hacen saber a otros machos que existe un vínculo entre ellos. Este comportamiento inhibe a los machos rivales, aunque sean de mayor rango, que no atacan al líder ni se apropian de sus hembras. Bien es cierto que hay casos en que si el macho alfa es anciano, está herido o ha desaparecido, los rivales pueden atacar.
Sin embargo, los machos de otro grupo no son tan respetuosos con el alfa –ni con sus hembras- y no tienen remilgos a la hora de 'secuestrar' a una babuina para llevarla a su propio grupo.
"Las hembras en seguida se sienten condicionadas para seguir al nuevo macho", detalla Swedell. "El macho la trata con agresividad y la muerde en el cuello hasta que deja de intentar huir y comienza a correr a su lado". Para calmar a sus agresivos captores, las hembras les cepillan el pelo y parecen asumir que sólo conseguirán respuestas violentas si intenta irse, y por eso se quedan.
Asimismo, cuando una hembra ‘secuestrada’ tiene crías, es habitual que éstas mueran. "Hemos presenciado agresiones de machos a crías, y aunque algunos les inflingieron heridas o les causaron la muerte, no siempre está claro si las crías son víctimas de agresiones relacionadas con el secuestro (están en el sitio equivocado en el momento equivocado y salen heridos), o si realmente las crías son un objetivo del nuevo macho", concluye la investigadora.