“Acá hemos venido siempre a celebrar y lamentar todo lo que ha ocurrido”, dijo María Segovia, la líder del impovisado Campamento Esperanza.
Cuando las sirenas sonaron indicando que la T-130 había llegado al taller aledaño al refugio de los 33 mineros, los familiares se llenaron de abrazos y gritos de júbilo por saber que la salida de los trabajadores está cada día más cerca.
“Este es el día más feliz de mi vida”, dijo Cristina Nuñez, la esposa del minero Claudio Yáñez, antes de unirse al grupo que subió al cerro donde flamean las 33 banderas que representan a los trabajadores atrapados.
“No sé cómo subí tan rápido al cerro a tomar la bandera de Claudio para gritar y llorar al saber que lo voy a tener conmigo luego”, agregó.
Entre gritos de “Viva Chile” y lágrimas de emoción, los familiares agradecieron el trabajo de los rescatistas y de las autoridades, a quienes han acompañado desde pocas horas después de ocurrido el derrumbe del 5 de agosto.
CUENTA REGRESIVA
“Acá hemos venido siempre a celebrar y lamentar todo lo que ha ocurrido”, dijo María Segovia, la líder del impovisado Campamento Esperanza.
Aunque todavía queda camino por recorrer el rescate, la fe de que los trabajadores verán prontamente verán la luz del día les da fuerza para seguir en el campamento.
“Yo no me voy de acá hasta irme con el último minero. Cuando saquen al último, tomo mi mochila, me voy y digo: tarea cumplida”, añadió Segovia.
“Esperamos la cuenta regresiva, ya no queda nada”, dijo la hija del minero Esteban Rojas, indicando que una vez rescatados los trabajadores, el recuerdo de lo vivido los acompañará en los restos de rocas que han guardado y en las fotos que tienen de los momentos pasados en la mina San José.
Por ahora, las autoridades evalúan los plazos de los pasos a seguir y si el ducto será recubierto por completo o sólo en su trayecto inicial.
