
Los choques entre partidarios y detractores de Mubarak tienen unos expectadores de excepción: lo soldados, que todavía parecen no haber decidido de que lado van a estar
La crisis política desatada en Egipto con los enfrentamientos entre partidarios y detractores del presidente Hosni Mubarak es ya una tormenta que arrastra hacia su centro a las Fuerzas Armadas.
La violencia continúa y con las primeras balaceras -de momento escaramuzas aisladas- parece que se acerca el momento en que los militares no podrán continuar con su actitud más bien pasiva, como si buscaran el rol de árbitro imparcial.
Expertos y analistas coinciden en que son precisamente las Fuerzas Armadas quienes tienen las llaves de lo que será el devenir próximo de la crisis egipcia.
Sin embargo, una de las dudas que permanecen en el aire es si efectivamente todos los militares estarán del mismo lado. "La ambivalencia de las Fuerzas Armadas sugiere que hay grietas en el seno de sus filas", comenta el corresponsal de la BBC Magi Abdelhadi.
Espectadores
De momento, los militares se limitan a interponerse entre los bandos enfrentados. Aunque su actitud no ha estado exenta de consecuencias en el devenir de la crisis.
De hecho, como explica Abdelhadi, la manifestación más multitudinaria contra Mubarak se dio el martes, un día después de que un portavoz del ejército calificara las demandas de legítimas y adelantara que no pensaba usar armas de fuego contra las protestas.
Al día siguiente, el anuncio de Mubarak de que no se presentará a la reelección en septiembre llevó al mismo representante militar a pedir a sus detractores que se desmovilizaran para que el país volviera a la normalidad.
El miércoles la postura de los militares parecía cada vez más difícil de leer. Fue entonces que irrumpieron los partidarios de Mubarak, lo que desató los enfrentamientos.
"Los soldados no hicieron nada para frenar los ataques por parte de los pro Mubarak", apunta Abdelhadi.
Salir con el prestigio intacto
Lo que no se le escapa a quienes siguen de cerca la crisis es que el ejército, o al menos el alto mando, también tiene intereses que defender.
"El alto mando se beneficia de su estatus y de muchas ventajas fiscales a las que no parece que estén dispuestos a renunciar. Pero también querrán salir de la crisis con su prestigio intacto", apunta Marcus.
Una muestra de ese prestigio fue la bienvenida que recibieron entre quienes hacían vigilia para exigir el derrocamiento de Mubarak.
Máxime cuando llegaron después del repliegue de los policías antimotines que con tanta contundencia se habían enfrentado a los primeros en salir a la calle.
Otro elemento a tener en cuenta, que señala el corresponsal de la BBC, es el hilo directo que conservan con Washington. No hay que olvidar que el armamento pesado que manejan es de origen estadounidense.
¿Derechos Humanos?
Pero, como apunta el corresponsal de Seguridad de la BBC, Frank Gardner, una mirada a los bastidores basta para darse cuenta de que lo que hay detrás de tanta contemporización es un complejo panorama de pesos y contrapesos en todo el aparato de seguridad.
Durante las tres décadas que lleva en la presidencia, Mubarak ha ido acaparando un pequeño ejército en personal de seguridad para asegurar su permanencia en el poder.
Como explica Gardner, la lista la encabeza la guardia presidencial, el Haras al Gumhuriya, que se puede distinguir por sus boinas azul claro.
Otro de los cuerpos policiales es la temida seguridad del Estado, conocida como Amn al Dawla, con todos sus agentes muy fornidos y vestidos con chamarras de cuero de imitación. Son conocidos porque para ellos, los derechos humanos son algo básicamente lejano.
"Aunque Egipto niega cualquier complicidad con la tortura, no hay duda de que el miedo a caer en las manos de brutales interrogadores del gobierno ha ayudado a mantener al presidente en el poder", señala el corresponsal.
Y ha sido sobre todo la apariencia de que los militares los apoyaban, que tantos egipcios se deshicieron de estos temores y salieron a las calles a protestar contra Mubarak.
Pero todavía hay fuerzas ocultas que tienen interés en que se mantenga el statuts quocreado a partir de la declaración del estado de emergencia hace 30 años. Incluso si cae Mubarak.
Como apunta Marcus, el escenario que se plantea en El Cairo no dista del caldo de cultivo para una guerra civil en el que se enfrentarán quienes llevan tres décadas infiltrando las estructuras de poder y quienes se consideran parte del futuro.