Kure Beach, una pequeña población costera de Carolina del Norte, se ha convertido en la primera población de Estados Unidos en vetar legalmente el tanga. Cualquiera que asome en sus playas portando tal prenda –o sin ni siquiera eso- se enfrentará a una multa de 25 dólares.
Y al eterno bochorno municipal, por supuesto. La decisión se adoptó por unanimidad en el pleno del Ayuntamiento y el alcalde, Dean Lambeth, presume de que no para de recibir cartas y correos electrónicos de apoyo. “Somos una localidad simpática, relajada y conservadora, y así queremos seguir siendo”, remacha.
Lambeth no descarta que “algunos liberales” le lleven a él y a todo el consistorio a juicio, pero se lo toma con filosofía, cuando no con indiferencia. “Si quieren gastar así su tiempo y su dinero, allá ellos”, remacha esta especie de Confucio del Viejo Sur americano.
Kure Beach tiene 2.500 habitantes que pueden llegar a transformarse en 11.000 cuando llegan los meses de verano. Prohibir esto ha sido una manera de protegerse contra lo distinto. “Cuando miro al océano, no quiero ver ningún maldito tanga”, concluye el alcalde. No le inquieta que le acusen de vulnerar la libertad individual porque “la gente todavía puede llevar tanga en su casa y en su jardín”, y allá ellos con sus carnes y sus convicciones. Pero si osan exhibirse en la playa pública, con el Ayuntamiento han topado.
Lo más curioso de todo es que no se les había ocurrido hasta que una pareja que aspiraba a pasar su luna de miel en Kure Beach preguntó oficialmente si podían usar el tanga dentro del término municipal. Al parecer el hombre se había estudiado las leyes locales y las encontraba ambiguas. El jefe de policía y el alcalde estuvieron de acuerdo y las hicieron mucho más claras.
