Se equivocó Nike con LeBron James. No por otorgarle un contrato de $90 millones cuando todavía olía a preuniversitario y ni siquiera había encestado una canasta en la NBA. Tampoco por colocarlo a la par, dentro de su agenda de talentos, del mítico Michael Jordan, sino por hacernos creer que "todos seremos testigos''.
Nunca nos dijo de qué, pero en sus repetidos comerciales y vallas publicitarias la compañía de implementos deportivos nos insinuaba con la fuerza imborrable de los símbolos que James sería lo más grande que jamás hubiera puesto un pie en un tabloncillo.
Pues bien. Hasta ahora hemos sido testigos de algo, pero no de "eso'' que se nos decía. Hemos visto la fuerza deportiva, pero también la falta de liderazgo; hemos comprobado la potencia y la explosividad para ganar títulos de Jugador Más Valioso, junto a la incapacidad para hacerse sentir justo en los momentos en que se cimentan las reputaciones: los playoffs.
Si se completa el colapso de Cleveland a manos de Boston, James no tendrá excusas. Para que la defensa rival no se arrojara sobre él trajeron a Shaquille O'Neal, para que no se sintiera el único encargado en comandar el ataque le pusieron al lado a Antawn Jamison. Este no es un mal equipo ni James es Dwyane Wade en medio de un grupo mediocre.
Quizá no tenga toda la potencia para sobrepasar el juego de conjunto de Orlando ni mucho menos a los Lakers en una posible final, pero sí posee -al menos en el papel- los elementos para irse por encima de los Celtics.
Pero he aquí que el diminuto Rajon Rondo le ha robado la pista central a James. Que el trío de veteranos - Garnett, Pierce y Allen- todavía es capaz de salir a la cancha con más coraje y entrega que sus más jóvenes rivales.
¿Cuántas veces vimos a Jordan salir a dominar a un contrario con fiebre o catarro? ¿No nos ha regalado el propio Wade momentos inolvidables sin estar a plena capacidad física? El empequeñecimiento de James engrandece a Kobe Bryant, quien no goza de muchas simpatías en el plano personal, pero sí de todo el respeto a la hora de dejar la piel en busca de la grandeza.
No se puede estar pensando en vender más zapatillas sin priorizar primero el éxito deportivo. La preocupación por liderar la comercialización de camisetas no debe esquinar el logro de una corona de campeón.
En Cleveland tiemblan de miedo ante la posibilidad de que James se vaya -la misma situación de Wade- este verano, cuando se convertirá en el más codiciado de los agentes libres en el mercado. James domina la franquicia, su palabra es ley. Si firma en otra parte, la ciudad y la organización de los Cavaliers quedarán devastadas.
Este jueves tiene la oportunidad de darles a sus fanáticos una -¿última?- oportunidad de contemplar su verdadera grandeza y demostrarnos a todos que todavía podemos "ser testigos'' de algo fuera de lo común.
Heredero de Jordan, no lo creo. Aún no ha nacido.
Fuente/ elnuevoherald.com