¿Son comunes los fraudes en la ciencia? - Barahoneros

martes, 19 de abril de 2011

¿Son comunes los fraudes en la ciencia?


Estudios como el del escritor científico William J. Broad y Nicolas Wade del diario The New York Times o el de los investigadores de la Universidad de Montreal Serge Lariveé y María Baruffaldi apuntan a una práctica más común de lo que acaba finalmente por conocerse.Según Rosa Sancho, del Centro de Información y Documentación Científica (CINDOC-CSIC), si bien es cierto que el número de incidentes confirmados es muy bajo comparado con la actividad científica total, la frecuencia puede ser mayor de la que se detecta. Esta autora distingue entre fraudes graves y menores, y entre los primeros indica como los más frecuentes la falsificación de datos, seguido de la fabricación de datos y el plagio.

Entre los fraudes menores, destaca la autoría ficticia de un trabajo o el aprovechamiento excesivo de un trabajo propio, como el auto-plagio, la división de una publicación en varias o el inflado de los trabajos.

El hombre de Piltdown

La historia guarda en su memoria una gran variedad de fraudes científicos. En algunos casos se debe a la invención de pruebas científicas. Tras dar a conocer Charles Darwin en 1859 su famosa teoría de la evolución, un geólogo aficionado, Charles Dawson, presentó un cráneo del que aseguraba que era "el eslabón perdido entre el simio y el hombre". Sin embargo, se descubrió más tarde que el "Hombre de Piltdown", como se le llegó a conocer al haber sido encontrado supuestamente en dicha zona de Inglaterra, no era más que un cráneo humano actual pulido hasta haberle dado una forma simiesca.

La vacuna que (no) provocaba autismo

Los fraudes pueden ser en ocasiones mucho más peligrosos, sobre todo cuando se pone en peligro la salud de las personas. En 1998, un grupo de científicos anunciaron en Londres que un estudio que habían publicado en una importante revista científica, The Lancet, relacionaba la vacuna tripe viral (sarampión, parotiditis y rubéola) con la presentación de los síntomas de autismo, lo que produjo una caída en el número de niños vacunados, con el evidente peligro que ello suponía. Sin embargo, posteriormente se descubrió que el investigador principal había recibido una importante suma de dinero de una asociación de niños con autismo, que podría utilizar dicho estudio como prueba en un juicio contra la compañía productora de dicho fármaco.

Saltarse los controles no es imposible

Las publicaciones científicas tienen unos rigurosos sistemas de control que suelen funcionar bien, pero no son perfectos. Se tiene constancia de diversos casos, como el del físico Jan Hendrik, que con 32 años publicó 80 artículos en dos de la revistas más prestigiosas, Science y Nature, y del que se comprobó que había inventado o alterado datos, o el de los investigadores del centro Max Delbrück de Medicina Molecular de Berlín Friedhelm Herrmann y Marion Brach, de los que se demostró que habían manipulado y falseado datos en al menos 94 artículos. Para dejar en evidencia esta situación, Alan Sokal, profesor de física de la Universidad de Nueva York, logró publicar en 1996, en la revista Social Text, un texto inventado y sin sentido.

La fusión que se quedó fría

En 1989, los investigadores Stanley Pons y Martin Fleischmann anunciaban ante los medios de comunicación la invención de la denominada “fusión", un sistema sencillo, barato y limpio de producir energía nuclear sin haberlo publicado en una revista científica, por el supuesto miedo a perder la exclusividad del invento. Sin embargo, tras el paso de los meses, ningún otro científico del mundo logró reproducir los resultados de Pons y Fleischmann.

Fraudes “Made in Spain”

En España también se tienen constancia de algunos fraudes, o cuando menos, de flagrantes fallos en los sistemas de control de las publicaciones científicas. Antonio Arnaiz Villena, jefe de inmunología del Hospital Doce de Octubre de Madrid, publicó en la revista "Human Immunology" un artículo, retirado poco después por el editor, en el que supuestamente demostraba que los palestinos tienen una fuerte correspondencia genética con los judíos y otros pueblos de Oriente Medio. En 2003, Baltasar Rodríguez Salinas, catedrático jubilado de Análisis Matemático de la Universidad Complutense de Madrid, escribió un artículo de la revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en el que aseguraba probar mediante formulación matemática la existencia de Dios. Una evaluación posterior del artículo concluyó que todo era fantasía.