Fracaso es una palabra que no tiene cabida en ningún rincón de la organización de los Yankees de Nueva York. Fracaso es una palabra que el fanático de este equipo no entiende ni acepta. Pero el miedo al fracaso es tan grande que muchos de los movimientos que hace la gerencia responden a estas 7 letras. Por eso les cuesta tanto confiar en los jóvenes que aguardan en las granjas para tener una oportunidad, cuerpos calientes de prospectos listos para el equipo grande. Un Jesús Montero en otro equipo distinto ya se haría llamar grandeliga y sería todo lo contrario a un jugador que luce como alguien atascado y preso en Pensilvania. Los Yankees siempre han dicho que quieren que el venezolano sea un jugador titular y por eso han sido pacientes con su llamado. Esa razón se las compro pero hay algo más allá, razones entrelíneas y de identidad en ese discurso.
Imagínense que si suben a Montero, cargarían con tres receptores más un Jorge Posada, que sabemos puede responder a la hora de una emergencia. Entonces ese roster bombardero no tendría flexibilidad. Sabemos que en este juego la lógica de los llamados a la gran carpa corresponde a las necesidades de un equipo en un momento específico. Además es imposible obviar que se trata de los Yankees, un equipo conservador, que suele respetar a quienes los han hecho grandes y que le tienen pánico al fracaso. Si hacemos memoria de cuando esta organización trajo de Colorado a Joe Girardi, quien no era gran bateador, lo hicieron porque él sabía manejar a los lanzadores y era bueno en todos los aspectos defensivos. El receptor, más en un equipo como éste, va mucho más allá de su ofensiva. Debe tener mucha inteligencia y dotes de liderazgo, pero sobre todo habilidad para la toma de decisiones. Montero está ahí para ser el receptor por muchos años, pero no lo suben desde ya no porque tienen a Russell Martin y a Francisco Cervelli arriba cumpliendo a cabalidad con el trabajo, sino porque aún no le tienen confianza y sólo esperan resolver las dudas que les genera su defensa. También sabemos que el venezolano quiere sí o sí ser receptor, y por eso ha vivido toda su carrera peleando consigo mismo por ser un buen catcher y no un primera base, posición que algunos creen desempeñará en el futuro si no logra hacerse receptor en Grandes Ligas. A su favor, tiene apenas 21 años, ahora es que puede seguir luchando por su anhelo de cubrir el home.
Mientras tanto, el venezolano batea para .290 con apenas 5 HR en Triple A, pero las estadísticas generales en el tiempo que ha jugado en las menores son mucho mejores que las que en su momento y a ese nivel tuvieron jugadores como Robinson Canó, Melky Cabrera, Bernie Williams o Jorge Posada, y sin embargo, el venezolano sigue sin ser promovido y lo peor del caso es que ya hasta se le nota su frustración. Porque antes de ser un súper prospecto, es también un ser humano. Según declaraciones del vicepresidente de operaciones de los Yankees, Mark Newman, le han robado 37 bases de 45 corredores que le han salido al robo, y que a principios de mes fue colocado en el banco por ods juegos por mostrar poca energía, falta de concentración y algo de inmadurez. Entre otras cosas declaró: "Suponemos que él espera estar ya en el equipo grande, y eso está OK, pero parte del proceso de desarrollo es aprender a lidiar con la frustración de que algunas cosas no se hagan exactamente como se esperan".
La cruda realidad es que aún nadie sabe qué va a ser de su futuro, cuándo lo suben, hasta cuándo lo dejan abajo o cuándo lo usarán de carnada para algún cambio. Es lo duro de este negocio, parte del sacrificio que significa ser un jugador de béisbol.
Hace una década atrás los Yankees le dieron a Posada un tratamiento o inducción, por llamarlo de alguna manera, de apenas cuatro días de acción como titular, entre la receptoría y la posición de bateador designado. Es lo que se espera hagan con Montero, quién está más que listo para ayudar, cuando finalmente confíen en él. Joe Girardi y Tony Peña, dos excelentes receptores en sus épocas de grandeligas, sabrán cuándo no habrá riesgo de que el paso que den con Montero no sea en falso y si finalmente su posición será la de receptor del futuro. Ellos más que nadie saben hasta cuándo esperar por su desarrollo defensivo con un bate que pudiera ayudar desde ya. Ellos se deben hacer todos los días las siguientes preguntas: ¿Pero dónde más ponerlo? ¿Designado? ¿Primera base? ¿Y qué hacemos con Jorge Posada y Mark Teixeira? ¿Sirve de pieza jugosa de cambio para buscar un lanzador antes de la fecha límite? ¿Pero y el futuro de la posición? ¿Se lo dejamos a Francisco Cervelli o a Austin Romaine? ¿O mejor esperamos al prospecto dominicano Gary Sánchez a quien le dimos un súper bono de $3 millones? Incógnitas que sólo el tiempo y no la almohada resolverán.
El caso del mexicano Jorge Vázquez es similar. El Chato tiene un gran problema, Eric Chávez estaba pegándole muy duro a la pelota en pretemporada y en su tiempo ganó el Guante de Oro como tercera base. Eso le dio grandes ventajas ante los ojos de los Yankees cuando decidieron traerlo al Bronx.
Los Yankees sólo han subido a un jugador de cuadro suplente durante toda la temporada, al dominicano Eduardo Núñez, quien por cierto debe demostrar en el tiempo que Derek Jeter esté lesionado que es realmente el sucesor ideal para el campocorto. El Chato Vázquez de momento está lesionado y sí ha puesto grandes actuaciones en Triple A. Pero otra vez volvemos al mismo punto, no se llama a un jugador por sus estadísticas sino por las necesidades del equipo.
Si recordamos, las lesiones de los Yankees han venido por el lado del pitcheo, sobre todo en el bullpen que es un verdadero ambulatorio con Rafael Soriano, Dámaso Marte, Joba Chamberlain y Pedro Feliciano ausentes. Por tal motivo le han dado oportunidades a Amaury Sanit, Héctor Noesí y Brian Gordon, entre otros.
Joe Girardi como manager y Brian Cashman como gerente general lo han hecho bien. se adaptan a la realidad y se mueven sabiendo que el fracaso no es opción cuando se viste el uniforme de los Yankees.